Ocho cucarachas habitan mi cuaderno. Ocho cucarachas que pasan de una hoja a otra, mirándose entre sí y burlándose de mí.
Son ocho las cucarachas, algunas del tamaño de un botón, otras como gomas de borrar. Unas pocas como patinetas.
Van y vienen, se esconden, esquivan mis puñetazos. Hay una que trota, otra que canta, y el resto parece jugar a la escondidas.
No las odio, no las quiero, no me divierten, no me repulsan, sólo me molestan.
Son ocho las cucarachas, que zigzaguean mis renglones como borrachas, que desafían la punta de mi birome.
Son ocho las cucarachas que chapotean y desdibujan mi tinta, y me da la sensación de que no les gusta lo que escribo.
Ocho cucarachas okuparon mi cuaderno. Ocho cucarachas que se mueven cómodas, como en casa, hamacándose o durmiendo la siesta en el alambre espiralado.
Son ocho las cucarachas los únicos habitantes vivos de mi cuaderno, porque las pocas letras parecen inertes a su lado.
Corren y juegan, felicean, y están lejos de temer. Ahora hay una que es piedra, otra que es papel, y otra que es tijera. El resto recita adivinanzas, y también las inventa.
Eran ocho las cucarachas, hasta que cerré mi cuaderno y me senté sobre él.
Eran ocho las cucarachas, y ahora son esto.
miércoles, octubre 31, 2007
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